El modelo al que responde la Comedia Cruel es el de una estética que se reconoce heredera o «hijuela» de Valle-Inclán, en expresión del crítico teatral y profesor de la UPV Pedro Barea. Se trata de darle la vuelta a la relación clásica entre vida y escena, que en la tragedia se establece al modo heroico: la realidad es cruel, la escena trágica. Pero el mundo moderno, desprovisto ya de héroes (y de dioses), se resiste a la representación trágica, entre otras razones porque los medios de comunicación ya han convertido sucesos en vivo y en directo… en espectáculo. De ahí que, si la realidad ya se percibe como espectáculo, a menudo trágico, su representación escénica ha de ser, simplemente, «cruel»… Esto es, sin héroes, como en una comedia.
En un mundo como el actual, los únicos héroes que cabría identificar serían, precisamente, los creados por tales medios de comunicación; virtuales, por tanto. De ahí que se partiera, para esta sociedad, de la imposibilidad de la tragedia, en línea con lo apreciado en su día por don Ramón del Valle-Inclán, más las posteriores aportaciones y certeros matices de Alfonso Sastre.
No obstante, tras inevitable reconocimiento de la ineludible condición trágica de lo humano, independientemente de la consideración heroica, el modelo fue revisado dando lugar a lo que he venido en llamar fargedias, serie de farsas que enmascaran la tragedia, pero que jamás podrían ocultarla. A lo sumo, escamotearla.