Las palabras «héroe» y «heroico» están –o pueden estar– cargadas de contradicciones, particularmente cuando se refieren a héroes militares. Mientras que la defensa del honor patrio en una guerra solía llevar a acciones bélicas aplaudidas por todos (por lo menos todos los de esa patria en particular), quienes eran héroes para unos eran, para los otros, invasores, malhechores, incluso terroristas y asesinos.

Tales consideraciones vertebran este largo relato que tiene de novela, de autobiografía, de crónica familiar, de historia, de diálogos dramáticos y mucho de autoficción, género de relativamente nueva creación en que autor y narrador coinciden, aunque no siempre puede confiarse en su credibilidad. Se ambienta en dos momentos de la historia española del siglo XX: el de la guerra del Rif o de Marruecos (cuyo momento culminante fue de 1921 a 1926) y el de máxima violencia de la ETA, organización que apoyaba la independencia del País Vasco, a veces mediante acciones terroristas, exacerbadas durante las dos últimas tres décadas del pasado siglo.

El primero fue un conflicto prolongado, desatado a principio de siglo, cuando España obtuvo, con Francia, el dominio de gran parte de Marruecos en calidad de «protectorado» (léase colonia). Las múltiples insurrecciones de los bereberes en la región norteña del Rif originaron confrontaciones constantes que le costaron a España sangre a raudales y lágrimas en abundancia (además de enormes gastos). A pesar de la derrota ignominiosa que sufrió ese país en julio de 1921 en Annual (conocida desde entonces como «el desastre de Annual»), el honor nacional estaba en juego y la lucha continuaba. Muchos fueron los «héroes» que murieron defendiendo la patria frente a quienes defendían la integridad de la suya (héroes y antihéroes vienen a ser, pues, figuras intercambiables, dependiendo de la perspectiva desde la que se consideren).

En el caso de este relato, la disyuntiva se le presenta al narrador toda vez que su abuelo, Julio Díez Conde, capitán de artillería en esa guerra, murió «heroicamente» en combate el 5 de septiembre de 1921. Al honor de la patria y el pundonor militar sacrificó su juventud y también el amor por su joven esposa, a quien dejó encinta.

Lo que atañe a la guerra de Marruecos y a la actuación en ella del abuelo se contrapone a otro momento de crisis en España: el auge de la ETA en las provincias vascongadas y sus efectos en todo el país. Los ataques contra las vidas y propiedades de quienes se oponían a sus metas sembraron el terror por todas partes. Sus métodos incluían la extorsión, el asesinato, el soborno y el secuestro, pero se consideraban a sí patriotas y… ¿héroes?

La alternancia entre la violencia de uno y otro momento le añade complejidad a la narración, que se enfrenta también con la validez (o carencia de ella) de las tradiciones familiares transmitidas de generación en generación. Y, siendo la familia y la historia patria los puntales de este libro, vale destacar también que –sorpresivamente– revela un vínculo estrecho con nuestra isla. Angelita, la flamante esposa de Julio Díez Conde, abuela del narrador, había nacido en Puerto Rico, donde se había establecido su padre, don Gorgonio Bolívar, casándose con una hija del país, Ángela Daubón. No son muchas las menciones de Puerto Rico en la literatura actual española, de manera que este libro (con la novela «El heredero», de José María Merino), tiene para nosotros un interés especial.

Todo ello ancla la historia en realidades históricas y geográficas que realzan las estrategias tras la construcción de la figura de un héroe, construcción social y militar que satisface las apetencias –lícitas o no– de una sociedad. En el proceso desaparece el hombre de carne y hueso y se endiosan sus ejecutorias, como insiste el personaje de Ángela, la abuela viuda «… en lo relativo a los hechos tenidos por gloriosos, se suele recordar más bien al héroe, que no a la persona…»