Marta ya no es Martita,

Ay qué pena y qué alegría,

Que es toda una señora,

Más que tantas de nombre y postinete,

Más que las de pompas, boatos y oropeles,

Más que las que esgrimen alcurnia de la sangre,

Más que las señoras de su señor,

Esclavas de su honor;

Que nuestra Marta,

Nunca ya Martita,

Ay qué pena y qué alegría,

Señora es por su esfuerzo y pundonor,

Que hasta en ABC lo reconocen.

Y que es libre como la brisa marina

Y la cantábrica galerna

A prueba de pelmazos

Que a nuestra Marta,

Nunca ya Martita,

Ay qué pena y qué alegría,

Empéñanse en echarle el lazo,

En vez de aguardar que un buen día

Conceda ella, libre, su más tierno abrazo.